miércoles, 29 de enero de 2014

El primer café.

Se puso los guantes con prisa, como si de repente el tiempo se hubiese vuelto áspero y sus dedos fueran a quebrarse en cualquier momento. Sorbió por la nariz el moquillo molesto de la madrugada. Ese que asoma lentamente como si tuviera miedo a las alturas y pica cuando está a punto de caer. Todavía emanaban luz las farolas. Podrían montar una carnicería en plena avenida, pensó.

Le estuvo esperando más de media hora. Los nervios empezaban a entumecerse, el frío parecía erizar todo el bello de su cuerpo y los pelos menudos de las piernas comenzaban a pinchar. Los dientes se daban cobijo entre ellos, creando un pequeño chirrido a penas palpable. Y echaba el aliento dentro de sus manos en forma de cuenco para mantener la nariz caliente.

Ni un alma vagando por las calles. Eran altas horas, la gente dormía, o desayunaba con los ojos entrecerrados sumergidos en el único calor humano similar al materno del pijama aún puesto. Nadie salía a la calle y mucho menos a esperar a alguien que siempre supo que jamás llegaría.

Empezó a salir el sol tras una densa hora de frío esperanzador. Los bares comenzaron a montar sus terrazas y algún que otro coche valiente dio el primer paso sobre el asfalto.
"No esperaba a nadie. Sólo quería ser la primera en tocar tierra hoy." Dijo en voz alta al camarero mientras éste le preparaba el primer café.

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