lunes, 3 de febrero de 2014

Los besos más dulces que nadie le dio.

Los besos más dulces que nadie le dio. Cuando sus labios se mastican delicadamente, y él emplea las dos manos para no perder detalle, para que no se le escape. Las sonrisas entrecortan ese trueque de salivas que densifica el tiempo, e intensifica el aire. Y se empañan los dientes con un vaho pícaro que emana de sus embocaduras todavía alegres. La tez se torna aún más frágil y las carnes rebeldes de estas dos bocas finas, se acarician entre ellas sin miedo a lastimar. La risa afloja y sus morros son cada vez más obtusos. Empiezan a derretirse, y a derramarse sobre los cuencos vacíos y oscuros de aliento fresco y tibio. Y se caen los párpados enamorados, rendidos ante la ternura de unos besos que, suspendidos entre lenguas, amenazan con ser tan eternos como la miel al caer. 


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