martes, 21 de enero de 2014

Cuerpos simétricos.

Se acercó por detrás clavando las palmas de las manos en la parte libre del colchón, justo tras su espalda.
La habitación estaba oscura pero si permanecías allí más de dos minutos empezabas a distinguir los objetos con ligera claridad.
Ella dormía y su respiración era tranquila y caliente, a penas se palpaba. Él no se detuvo. Sus labios fríos rozaron el cuello desabrigado, e instintivamente se erizó la piel. Descendió por los hombros con miedo a despertarla, pero no lo hizo. Por fin consiguió repostar todo su cuerpo en la cama. Contenía el hálito.
Los dos estaban completamente desnudos; a ella le gustaba notar el tacto de las sábanas al descansar y a él su cuerpo desvestido. Poco a poco, con extrema delicadeza, fue uniendo su torso al de ella. El calor de ambos se fusionaba en silencio, como el vapor de una pava hirviendo, o dos líquidos deslizándose por la misma ladera. El puzzle perfecto; sus pies se anudaron y encajaban las rodillas justo en la parte trasera de las de ella. Juntó su sexo con la curva de su culo. Un culo de piel lisa y suave, sin manchas ni estrías, ni ningún detalle que dañara la vista. Y el pecho contra la espalda desatando el resuello contenido, como quien llega a la meta sin imperfecciones, o quien retira la última pieza del Jenga, capaz de destruir toda la torre con un solo movimiento.
Y permanecieron así, inmóviles toda la noche. O toda la vida, porque no había mejor sensación que la de sentirse amoldado.

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