viernes, 27 de diciembre de 2013

Tal vez debamos empezar por ahí.

¿Y qué pasa si decido quitarme cualquier tela inútil que cubra mi cuerpo? ¿A quién le sorprende ver aquellas partes que todos tenemos, a las que llamamos íntimas y un día cualquiera, qué sé yo por qué motivo, decretamos tapar? ¿Por qué tenemos que sentirnos sucios o fuera de lugar al aparecer desnudos ante alguien que ya nos ha visto posteriormente en las mismas condiciones? Notar cómo se clava su mirada prejuiciosa y llena de pudor en mis pechos, cómo desciende por el vientre sin querer y llega hasta mi sexo, y la aparta con vergüenza y miedo a que me haya dado cuenta de la invasión. ¿Por qué tenemos esa maldita costumbre de anteponer unos principios inventados en los que nunca hemos reparado a pensar si compartimos o no? A veces me detengo un momento en todos estos detalles, en que hay quien lucha por los derechos humanos mientras mira de arriba a abajo a cualquier fulana que pasaba por allí. Me llama la atención la forma en la que nos contradecimos constantemente, porque estamos repletos de indicaciones que nos dictan cómo debemos llevar nuestra vida aunque estemos convencidos de que nadie manda en ella. Es curiosa la manera en la que juzgamos inconscientemente cada objeto que pasa ante nuestra retina, cómo nuestras pupilas escanean puntualizando en todo lo que para ellas no resulta familiar.
"¡Qué van a pensar de mi si salgo así a la calle!" ¿Qué piensas tú de ti, si sales así a la calle?
"¡Que dirá la gente si actúo de esa forma!" ¿Cómo te sentirás tú, si actúas de esa forma?
Tal vez llevamos demasiado tiempo preguntando a la gente errónea; tal vez debamos empezar por ahí.

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