viernes, 20 de diciembre de 2013

Take a breath.

Gotas mordientes golpean mi piel de forma punzante.
Intentan llegar a las arterias,
corretear entre mis venas hasta hervir la pulsación.
Alzo la mano para reducir el impacto y observo cómo se resbalan entre los dedos,
y se unen creando ríos que descienden por mi vientre aún seco.
Arroyos infinitos y cálidos que besan mi piel,
vencidos tras un tendido intento de arrasar desde la uña más férrea del pie
hasta el hilo de pelo más quebradizo.
De perforar cual ácido cada tejido de mi piel,
y devastar hasta la última esquina de estos rincones ya abrasados.
No queda mensaje oculto dentro de mi cutícula desierta.
Anochece en éste cuerpo y la luz se esfuma junto a los recuerdos.
Entras y sólo encuentras habitaciones vacías
donde el constante latido del corazón retumba
y llega a la sien sin aviso previo.
Entras y sólo cabe la posibilidad de volver a llenar los hoyuelos heridos,
con hambre de sustancias que les impidan volver a sangrar.

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