Hemos dejado atrás el bombardear ciudades enteras en busca de alguien.
Hemos olvidado lo que se siente cuando el corazón está desnudo.
Hemos dejado de pecar con actos para hacerlo con palabras.
Hemos cambiado el mirarnos al caminar por una pantalla insípida sujeta con una mano.
Hemos ido avanzando, mientras nos cubríamos con capas y capas de inseguridad, sin entender que el progreso va al contrario.
Hemos inventado marcas, accesorios, zapatos modernos, ropa a la moda, un millón de estilos.
Nos hemos parado frente al armario a pensar qué nos sentará mejor hoy; hemos salido a toda prisa de casa, con un desayuno a medias, sin sonrisa y el aseo por recoger. Nos han mirado raro en el autobús, "Uy, ¿Me habré equivocado de vestimenta?, ¿Me quedará mal?". Nos han vuelto a mirar raro en la calle, nos ponemos de mala hostia, "Hoy no es mi día. Voy horrible." Llegamos al trabajo, todo nos sale mal. Salimos del trabajo, se ha acabado el día para nosotros. Ya en casa nos desnudamos, nos ponemos la primera prenda que vemos. La cena, el sofá, la tele. Nos miramos al espejo, "Mira qué mona estoy así. Ojalá estuviera aquí para verme." Nos metemos en la cama a rebuscar entre nuestra cabeza; nos dormimos. Perdemos.
Un día más, de vida menos.
No lo estamos haciendo bien.
Sube a la superficie lo superficial, y lo natural se pudre en el fondo cada vez más. No estamos siendo sinceros, íntegros, auténticos. Estamos tirando por tierra valores, dignidad, ganas, realidad, ímpetu, pureza, odio, amor, gritos, gemidos, actos, palabras honradas, abrazos espontáneos, lealtad, claridad.
Que las horas pasan y nosotros desaprendemos. Y empleamos el tiempo en darnos por completo al espejo, y reservarnos ante la humanidad. Que no hablo de contar hasta la última intimidad más oculta, me refiero a ser ante todos. A dejar atrás las tonterías de una vez y renacer todos los días, porque seguimos aquí y no hay nada más satisfactorio que irte sabiendo que has estado.
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