martes, 18 de febrero de 2014

Reloj es un nombre imperfecto.

Tic.
Imagen
Tac.
Tic.
Tac.
Tic.
Tac.
No le quitaba ojo al reloj sonoro y constante que nunca olvidaba desplazar su aguja hacia la derecha ni por un segundo. Qué orgullosa estaba de él. Tan coherente como siempre. Daba las horas cuando debía y nunca dejaba de mugir. Qué envidia le tenía, ella, incapaz de reaccionar en los momentos necesarios. Muda ante situaciones arduas, aunque concentraras todas las voces pujantes del mundo y tronaran a la vez en su oído que articule palabra alguna, ella se quedaba aún más muda. Tic, tac, tic, tac, no perdía su incesante ritmo pero cada vez parecía tañer más deprisa. Qué responsable es, jamás te deja tirada si cuentas con él, no incordia, ni decepciona. Tic, tac, tic, tac, y sus mofletes, posados sobre las manos que, a su vez, reposaban en los muslos asentados, enrojecían a cada tintinear de aquel aparato. Reloj, le falta algo, parece cojo, como si algún error le haya dejado sólo. Como si la letra final que acompañaba a esa “J” solitaria hubiera decidido abandonar el festín, arrancar de cuajo su apoyo involuntario y emprender caminos diferentes. Reloj, pobre mecanismo desolado, es tan correcto que alguien se ha cansado. Como de mí, pensó. Igual que cuando toco algo y se rompe, o me adentro tanto que lo estropeo y se parte en cachitos irresolutos. Como el francotirador de mi boca, que no se diluye y acaba liquidando cualquier palabra que intenta salir. Como la dictadura de mi autocontrol, que nunca cede, bajo ningún concepto. Tic, tac, tic, tac, pero él seguía, aún fiel. Aunque estuviera incompleto y pareciera que está a punto de caer, o que, quien lo inventó se atragantó antes de terminar la palabra. Reloj. Suena limpio y tajante. Ven conmigo, yo seré tu apoyatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario